LIBERTAD VIGILADA, Actividades Comint británicas en España (I)
Boletín Enigma nº 9 3 Febrero 2003
Ult. rev. 06-01-2023
Por Arturo Quirantes
Extraído del libro "Libertad Vigilada", con permiso del autor]
Segunda parte, capítulo 1:
"Los británicos siempre han mostrado gran interés en las comunicaciones españolas. Ya a finales del siglo XVI, los agentes ingleses interceptaban y descifraban los mensajes intercambiados por Felipe II y don Juan de Austria, gobernador español de los Países Bajos. El contenido de los mensajes alertó a Inglaterra de las intenciones hostiles del emperador español y, de alguna manera, contribuyó a la derrota de la Armada Invencible. También durante el siglo pasado los británicos interceptaron las comunicaciones españolas, sobre todo desde el peñon de Gibraltar, y hoy, traspasado ya el umbral del nuevo milenio, el Reino Unido continúa con sus prácticas Comint, sin importarle el hecho de que ahora España sea una aliado militar.
El espionaje de las comunicaciones del enemigo, o actividades Comint, ha constituido, en la guerra como en la paz, un valioso instrumento para conocer las actividades e intenciones de otros gobiernos. Por regla general es un factor determinante en unas negociaciones, en la redacción de un tratado de paz, o en un enfrentamiento armado. Sin embargo, el relativamente poco importante papel que nuestro país ha jugado en la política internacional durante el siglo XX no debe hacernos creer que las actividades Comint han brillado aquí por su ausencia. Su situación geográfica, su importancia como potencia regional y la tormentosa actividad sufrida tanto dentro como fuera de sus fronteras han hecho de España un objetivo de importancia en el espionaje de las comunicaciones.
Durante la Primera Guerra Mundial, la neutralidad española no implicó que sus mensajes diplomáticos fueran respetados. Muy al contrario, precisamente ese caracter neutral hizo de este país una fuente de información sobre las intenciones de las potencias centrales. El 1 de febrero de 1917, Alemania declaró la guerra submarina total, por lo que cualquier buque podía ser atacado sin previo aviso. Era su respuesta al bloqueo impuesto por el Reino Unido, que estaba dejando desabastecida a Alemania. España, pese a ser neutral, también sufría las consecuencias de dicha guerra submarina, a que le impedía llevar a cabo con normalidad sus importaciones y exportaciones. Como consecuencia, el monarca español, Alfonso XIII, pidió al embajador español en Berlín, Luis Polo de Bernabé y Pilón, que hiciera gestiones ante el Gobierno alemán para pedir compensaciones por tales pérdidas.
El embajador solicitó reunirse con el emperador Guillermo, quien le concedió audiencia pese a estar aún recuperándose de una enfermedad que le tenía postrado en la cama. Tras la conversación, el jefe de la legación española escribió un largo telegrama cifrado y lo envió a Madrid el 5 de marzo de 1917, pero la "Sala 40" británica lo interceptó y descifró. Parte de los asuntos tratados en aquel encuentro carecían de interés para las autoridades militares británicas, pero otros eran estratégicos para conocer los planes alemanes. Así, el embajador informaba al monarca de que su homólogo alemán entendía las exigencias de compensaciones e incluso estaba dispuesto a concederlas, siempre que fueran compatibles con el mantenimiento de la guerra submarina, que seguiría en marcha hasta el final de la contienda, según le había explicado el káiser, quien "se expresó enteramente satisfecho con los resultados de la guerra submarina, que crecería en intensidad día a día, y [...] recalcó la gran importancia futura de los submarinos, que considera como una evolución en el arte naval capaz de reducir el poderío naval de la dominación británica", decía el embajador en su telegrama a Madrid.
Asimismo los británicos obtuvieron información sobre otros asuntos de posible interés para ellos, como el descubrimiento y devolución a Alemania de correspondencia secreta encontrada en Cartagena (y extrañamente perdida por un submarino alemán que visitó dicho puerto un año antes), la posible venta de buques españoles a países beligerantes, o las quejas sobre el cruel tratamiento a los prisioneros de guerra alemanes en Francia, lo que, según Alemania, podría conllevar represalias tales como el envío de muchos miles de soldados al frente El káiser Guillermo recalcaba también que no existía un verdadero bloqueo submarino, sino tan sólo una "zona de peligro". No consta si se trataba de un sarcasmo imperial o tan sólo un ejemplo más del lenguaje eufemístico del mundo diplomático [1].
También las comunicaciones del embajador español en Londres fueron objeto de especial atención, tanto durante como después de la guerra. En septiembre de 1920, por ejemplo, el ministro inglés de Exteriores, lord Curzon, obtuvo información de primera mano sobre las relaciones hispano-portuguesas en un momento en que Portugal temía que ciertas maniobras militares fronterizas desembocasen en una invasión por parte española. La postura oficial española -maniobras rutinarias de carácter general- expresada en un telegrama cifrado, probablemente tranquilizó al Gobierno británico, preocupado por la seguridad de su tradicional aliado luso. Sin embargo, la descripción del ministro de Exteriores español acerca de la situación en Portugal ("desorganización e insolvencia general combinados con un país en manos de prestamistas y monopolistas") y las relaciones hispano-portuguesas ("es evidente que el Gobierno portugués continúa fomentando la idea del peligro español, haciendo con ello más difícil un cordial entendimiento entre los dos países") indicaba claramente a Londres que no todo era concordia en la Península Ibérica [2].
Apenas unos días más tarde, otro telegrama al embajador español en Londres aludía a la llamada "cuestión de Tánger" y su estatus comercial. Aunque los mensajes españoles se suponían bien protegidos mediante el cifrado, los ingleses no tuvieron problema en acceder a su contenido, lo que sin duda contribuiría al éxito de cualquier negociación relativa al norte de África. Particularmente importante para Inglaterra era conocer las intenciones de Francia, su tradicional adversario colonial. A tal efecto, la lectura de las comunicaciones diplomáticas españolas proporcionaba una ventanilla por la que escrutar los movimientos del Gobierno de París. En muchas ocasiones, éste ha sido el valor de países secundarios como objetivo Comint: el de proporcionar una vía de paso para conocer los movimientos y estrategia de los dirigentes de otras potencias. Este "efecto ventana" se repetiría en España con especial intensidad durante la Segunda Guerra Mundial.
El espionaje de las comunicaciones sirvió también para obtener ventajas de carácter puramente militar. En los archivos británicos existe una extensa relación de mensajes interceptados y descifrados relativos a la Conferencia Naval Internacional para Reducción de Flotas, celebrada en 1930. Aunque la contribución española es escasa, no hay duda de que los mensajes enviados y recibidos por la delegación española mejoró la posición del Imperio británico en el norte de África, ya que permitía conocer las reservas españolas sobre el despliegue de las flotas inglesa y francesa en el Mediterráneo.
Asimismo, durante la Guerra Civil española, la excelente red Comint de Inglaterra se combinó con fuentes de información más tradicionales (como el espionaje llevado a cabo por agentes, informes diplomáticos o estudios de agregados militares) para dar, tanto al Gobierno británico como a sus Fuerzas Armadas, un cuadro pormenorizado, casi día a día, de la situación del conflicto en todos sus aspectos: situación política, enfrentamientos, armamento y capacidad ofensiva de ambas partes, ayuda internacional, etc. El conjunto de datos recibidos tan sólo por la Royal Air Force sobre el estado de la aviación española puede calificarse de enciclopédico. El descifrado de mensajes protegidos con claves débiles permitía un conocimiento exhaustivo de los arsenales de ambos bandos, hasta el último avión y la última bomba. Como ejemplo, he aquí el listado de las provisiones de municiones para aviación existentes de la base de Armilla (Granada), el 23 de noviembre de 1936: "93 bombas A5, 39 bombas A6, 24 bombas alemanas de 50 kg, 227 bombas alemanas de 10 kg, 2.400 bombas alemanas incendiarias, 7.413 cartuchos de munición convencional y 3.400 cartuchos de munición trazadora". [3]
Otros mensajes recordaban los peores días de la Primera Guerra Mundial, como el fechado el 27 de octubre de 936, en el que el Cuartel General Aéreo de Franco envió con carácter de urgencia un centenar de máscaras de gas al aeródromo de Talavera. El temor a un ataque con armas químicas resultó ser infundado, pero nos recuerda el interés que tuvo el conflicto civil español como campo de pruebas para las armas y tácticas que se emplearían en el futuro conflicto mundial. [4]
Las principales estaciones británicas de escucha estaban situadas en Gibraltar. La Roca fue un punto neurálgico para el espionaje de las comunicaciones españolas. El enlace Ceuta-Madrid era de singular importancia por la calidad del material que se obtenía, pero Gibraltar era asimismo un lugar adecuado para "pinchar" las comunicaciones entre Madrid y sus agregados militares en Roma y Berlín, otra fuente de información de gran interés militar y político. La protección criptográfica no era problema: desde Londres se surtía Gibraltar de todo el material necesario, desde claves a libros de códigos. Otros tramos, como por ejemplo el Madrid-Canarias, eran cubiertos por estaciones Comint ubicadas en diversos puntos de Gran Bretaña, algunas de lascuales trabajaban también sobre los códigos alemanes que harían historia pocos años más tarde.
La importancia de España como medio de información hizo necesaria una vigilancia permanente por parte aliada durante la Segunda Guerra Mundial. Incluso en los momentos más críticos, cuando las batallas del Atlántico o del norte de África estiraron los recursos aliados asta el límite, España siguió siendo un objetivo deseable. Los motivos son obvios: al margen del valor intrínseco como fuente de abastecimientos o como aliado potencial, las especiales relaciones hispano-alemanas permitían obtener Comint de alto valor sobre el Tercer Reich. De nuevo el "efecto ventana". Un informe de septiembre de 1943 recientemente desclasificado así lo corrobora: "La inteligencia derivada (de los mensajes españoles codificados) raramente era de gran valor en sí misma, pero ocasionalmente ayudaba a otras subsecciones proporcionando pistas en mensajes relativos a asuntos en que tanto los españoles como los alemanes estaban interesados. Proporcionó al almirantazgo detalles útiles relativos a la disposición y actividades de la Flota española, que en cualquier momento pudiera tener un interés operativo." Esta última frase quiere decir, hablando en plata, que si Gran Bretaña entraba en guerra contra España, sabían exactamente dónde estaban nuestros buques, cuáles eran sus tácticas y su capacidad militar. [5]
Eso permite entender por qué en 1943, cuando la guerra submarina en el Atlántico exigía todos los esfuerzos de los Aliados en su actividad Comint, una petición española para que abandonaran la vigilancia de sus emisiones de radio recibió una respuesta negativa [*]. Aunque la propia Oficina de Guerra de Curchill reconocía la escasa importancia de la información obtenida desde España en esos momentos, la necesidad de mantener la continuidad de escuchas para "no perder el cuadro" de las comunicaciones durante la Segunda Guerra Mundial hacía necesario continuar con la tarea [6].
(Continuará).
[*] Nota del autor para el boletín Enigma: la petición no fue hecha por las autoridades españolas, sino por los propios responsables del servicio de radioescucha británico. El texto original decía "una petición para abandonar la vigilancia de las emisiones de radio española recibió respuesta negativa", lo que ha inducido un error de interpretación en el libro. Esos duendes de la imprenta...
[1]. Public Records Office (PRO en adelante), documento HW 7/21, mensaje nº 262 (6 de marzo de 1917). Véase Anexo [al libro], Documento 6. Telegrama del embajador español en Berlín, Luis Polo de Bernabé y Pilón, a S.M. el rey Alfonso XIII.
[2]. PRO, doc. 12/15, mensaje nº 725 (28 de septiembre de 1920); mensaje nº 245 (1 de octubre de 1920).
[3]. PRO, doc. HW 21/1, mensaje nº AS/0062 (noviembre de 1936). Véase Anexo [al libro], documento 7. "Armamento almacenado en la base de Granada.
[4]. PRO, doc. HW 21/1, mensaje nº AS/0048 (31 de octubre de 1936).
[5]. PRO, doc. HW 3/142, "Naval Section, Historical memorandum nº 35D: Spanish party down to September 1943."
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LIBERTAD VIGILADA - Actividades Comint británicas en España (II)
Boletín Enigma nº 11 1 Marzo 2003
Por Arturo Quirantes
[Extraído del libro "Libertad Vigilada", con permiso del autor]
Segunda parte, capítulo 1:
En realidad, la interceptación de las comunicaciones españolas resultaba tan sencilla que llegaba a lo trivial. Si bien las líneas telefónicas internas estaban resguardas -salvo por la acción del espionaje clásico-, las comunicaciones telegráficas y de radio de alta frecuencia eran presa fácil. Con respecto a estas últimas, no había más que sintonizar un receptor en la banda de 5.500-5.800 kilohercios, ponerse los auriculares y tomar nota. La ubicación de los interlocutores podía obtenerse mediante radiogoniometría (triangulación sobre el mapa al captar la misma emisión desde distintas bases), pero no era necesario, toda vez que los indicativos de llamada eran bien conocidos. Así, la estación ECA correspondía a la zona de Madrid, ECS era el indicativo de Larache, ECZ3 el de Ifni, ECY el de Tenerife ECQ el de Tetuán; y eso tan sólo en lo que se refiere a los puntos de emisión de la Fuerza Aérea. También los indicativos de llamada navales eran conocidos, como por ejemplo el del crucero Canarias (AEC) o el del comandante de la flota (Y6Y). Y las estaciones del Ejército de Tierra eran asimismo transparentes para los británicos desde Madrid (RG3) hasta Gomera (EGB3) [7].
Por lo que se refiere a los códigos secretos españoles, la mayoría de ellos no pasaban de ser sistemas fáciles de descifrar. Incluso los que se conocían como "de alto nivel" ofrecieron poca resistencia a las habilidades de los criptoanalistas ingleses. La falta de tradición criptográfica en España se hacía notar. En una ocasión, la Aviación adoptó una máquina de cifrado que hubiese podido pasar por segura de no ser porque ya había sido estudiada y atacada con éxito por los británicos sesenta años antes. Por supuesto, si lo comparamos con otros sistemas de cifra, dicha máquina era lo más avanzado en protección criptográfica disponible en España, pero no estaba ni con mucho a la altura de los sistemas extranjeros.
Por otro lado, sí es de justicia reconocer que los sistemas criptográficos mejoraron sensiblemente tras la Guerra Civil, lo que obligó a los ingleses a hacer un esfuerzo extra para seguir accediendo a las comunicaciones españolas. Diversos sistemas de códigos y cifras fueron puestos en funcionamiento a comienzos de los años cuarenta. No obstante, el descifrado por parte de los criptoanalistas aliados fue sencillo. Por ejemplo, gracias a las escasa seguridad de las comunicaciones españolas, hoy podemos reclamar la paternidad de una curiosa actividad que está muy de moda: el uso de las abreviaturas en los mensajes cortos a móviles. La costumbre actual ya era práctica habitual de los operadores de radio españoles allá por los años 40. Las coletillas de uso común se convertían en palabras de dos o tres letras: ABZ (abrazos), ADS (adiós), HL (hasta luego), GRS (gracias), o MGRS (muchas gracias). Sin embargo, estas abreviaturas repetidas en todos los mensajes facilitaba la labor de los criptoanalistas ingleses, convirtiéndose en puntales desde los que atacar las cifras españolas.
De todos modos, aquellos operadores de radio españoles no eran de palabra fácil. Los británicos no contaban más que con los mensajes oficiales y, debido a las abreviaturas, mochos de ellos eran extraordinariamente breves. En 1942, la Sección de Inteligencia Inalámbrica de Gibraltar redactó un informe sobre las comunicaciones militares españolas en el que puntualizaba que "la disciplina es sorprendentemente buena y la charla de naturaleza no oficial prácticamente no existe." [8]
Algunas comunicaciones españolas tuvieron el honor de ser incluidas en la más secreta de las actividades Comint aliadas de la Segunda Guerra Mundial: la "Inteligencia Ultra." Esta expresión en clave indicaba la captación, descifrado, traducción, diseminación y uso de la información proveniente de las máquinas de cifrado alemanas Enigma. La ruptura de los códigos Enigma por parte de los Aliados constituyó uno de los mayores logros de la Segunda Guerra Mundial. Su utilidad para el planteamiento de tácticas con éxito en Europa, África y el Atlántico fueron enormes. Algunos historiadores calculan que contribuyó a acortar la duración de la guerra en dos años. Pero lo que no es tan conocido es que otros países recibieron máquinas de cifrado Enigma a finales de los años 30 y comienzos de los 40, como Italia, Suiza y España. Las máquinas Enigma usadas por dichos gobiernos eran de un modelo anterior al militar y, por tanto, más vulnerables al criptoanálisis. Ello proporcionó a los Aliados otra ventana sobre los planes de Hitler.
Aunque los detalles se desconocen y muchos documentos duermen todavía hoy en la sección de "secretos oficiales", se sabe que las máquinas Enigma fueron usadas durante la Guerra Civil española tanto por las tropas alemanas (Legión Cóndor) como por las fuerzas del general Franco. Sin embargo, la maquinaria de la "Inteligencia Ultra" estaba tan bien engrasada que ya en 1937 los ingleses leían los mensajes cifrados españoles. Ello fue posible porque las máquinas Enigma utilizadas en España eran versiones comerciales, muy inferiores en seguridad al modelo militar estándar de la Wehrmacht alemana. [9]
Al acabar la Guerra Civil Española, la "Inteligencia Ultra" siguió nutriéndose de la información española, ya que el Gobierno deFranco utilizó regularmente la Enigma para sus comunicaciones más secretas con sus agregados militares en Roma y Berlín. La información transmitida y recibida permitió a los Aliados estar cómodamente informados de aspectos tales como la cooperación industrial hispano-alemana, el intercambio de materias primas por maquinaria o la posible construcción de submarinos alemanes en España. Un estudio de los mensajes intercambiados entre Madrid y Berlín desclasificados por el Gobierno británico, muestra claramente el interés español por aprovisionarse en Alemania de sistemas clave para las Fuerzas Armadas, como torpedos, sistemas der radar, aleaciones o vidrios ópticos.
También las actividades alemanas en España recibieron un tratamiento especial. La Abwehr (servicio secreto del Ejército alemán) tenía estaciones de observación en diversos puntos alrededor de Gibraltar. Los agentes alemanes encargados de informar sobre los movimientos de barcos aliados enviaban sus mensajes cifrados en una clase especial de máquinas Enigma, ignorantes de que sus claves eran conocidas ya por los criptoanalistas ingleses. Otras fuentes alemanas de información incluían los transmisores que utilizaban para sus comunicaciones propias. En 1941 había, por ejemplo, una estación en Tetuán para comunicaciones con la embajada alemana en Madrid; dos transmisores para producir interferencias de radio, en Madrid y Pamplona; y una estación transmisora adicional en Sevilla para enviar mensajes a los servicios alemanes de inteligencia naval en París. [10]
Pero la Península Ibérica no sólo fue una valiosa fuente de información para la "Inteligencia Ultra", sino también uno de sus destinos. Una vez que la información enemiga era interceptada y descifrada, se enviaba por medio de una red segura a los principales generales y almirantes. Uno de sus destinos habituales era el Cuartel General de Gibraltar, particularmente en lo referente a la información para la lucha antisubmarina. Fue precisamente en Gibraltar donde el general norteamericano Dwight Eisenhower instaló su cuartel general provisional antes de aterrizar en Argelia; la información "Ultra" sobre los movimientos alemanes en el norte de África llegaba puntualmente a su enlace de inteligencia en el corazón de la Roca. Según el informe de un oficial de seguridad británico de la época, "la seguridad 'Ultra' en Gibraltar es excelente ... considero que la seguridad, tanto naval como aérea, es completamente adecuada." [11]
Acabada la Segunda Guerra Mundial, la alianza británico-norteamericana que permitió la ruptura de la máquina cifradora Enigma cristalizó en un pacto entre los servicios de inteligenca de ambos países, lo que hoy conocemos como "pacto UKUSA". Dicho pacto, al que también se unieron otros países anglosajones (Canadá, Australia y Nueva Zelanda) conllevó una especie de reparto del mundo, asignando las zonas donde cada país realizaría las interceptaciones de las comunicaciones. La guerra contra el nazismo dio paso la amenaza roja. Y la carrera del espionaje electrónico siguió su curso.
Aunque algunos capítulos de la Guerra Fría siguen todavía congelados, comienzan ahora a conocerse algunas actividades Comint aliadas en España. Durante la guerra árabe-isrealí de 1956, por ejemplo, se desarrolló un extraño conflicto interaliado. Francia y Gran Bretaña apoyaron una acción militar por parte de Israel para expulsar a Egipto del Sinaí e impedir la nacionalización del canal de Suez. Bajo los acuerdos UKUSA, Gran Bretaña se ocupaba de la Comint en Europa Occidental y Oriente Próximo. Con el objeto de mantener la sorpresa y evitar presiones por parte norteamericana, los británicos filtraron cuidadosamente la información que pasaban a Estados Unidos. Ello hizo que la guerra cogiese a Washington por sorpresa. Sin embargo, el flujo de información se restableció con prontitud. Estados Unidos se las arregló para obtener información actualizada sobre el conflicto gracias a sus estaciones de escucha en España, sobre todo en la base aeronaval de Rota.
En la actualidad, las comunicaciones en España siguen siendo de interés y, por tanto, son escudriñadas con atención. Como veremos a continuación, el Reino Unido sigue llevando a cabo sus actividades Comint desde Gibraltar. Se supone que las instalaciones del Peñón fueron pensadas para espiar las comunicaciones de los buques y submarinos soviéticos que atravesaban el Estrecho durante la Guerra Fría, y que sólo en tiempos recientes han sido reconvertidas para afrontar las nuevas amenazas a la seguridad. Sin embargo, dada la tradición británica de espiar a España desde su base gibraltareña, resulta cuando menos dudoso aceptar ese planteamiento. De hecho, no cabe duda de que el carácter estratégico de Gibraltar como estación Comint juega un papel decisivo en las conversaciones hispano-británicas sobre el estatus del Peñón, ya que el Reino Unido no se resignará a perder una de sus mejores bases de espionaje electrónico.
[7] PRO, doc. HW 18/37, Indicativos Armada (30 de septiembre de 1941); PRO, doc. HW 14/52, Indicativos Tierra y Aire 81942). Véase Anexo [al libro], Documento 9, "Spanish Air Force."
[8] PRO, doc. HW 14/53, nº 41 Wireless Intelligence Section, Gibraltar: "Report on Spanish Military W/T." (Mayo de 1942)
[9] Resulta muy difícil obtener informes fiables acerca de la fecha o las circunstancias en que las Enigma entraron en España por vez primera, pero bien pudieran haber llegado con los primeros contingentes de la Legión Cóndor alemana a finales de 1936. Hay asimismo indicios de que el almirante Canaris, jefe de los servicios secretos del Ejército alemán y gran admirador de Franco, jugó un papel determinante en la cesión de las Enigma a las fuerzas franquistas.
[10] PRO, doc. HW 14/53, memorándum al comandante Travis, "Spanish W/T traffic" (25 de sepiembre de 1942)
[11] PRO, doc. HW 14/62, memorándum del capitán Winterbotham (25 de diciembre de 1942)
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