Enigma y la conexión polaca
Boletín Enigma nº 5 1 Julio 2002
Ult. rev. 05-01-2023
Pocos conocedores de nuestra máquina de cifrado favorita desconocen la contribución del servicio de inteligencia polaco a la ruptura de los códigos Enigma. Por desgracia, no siempre ha sido así. Los ingleses, muy suyos, han intentado durante años minimizar esa contribución. Pero la Historia, esa señora juguetona, va poniendo a todos en su sitio.
Hay una buen relato sobre la "conexión polaca" en el libro de Simon Singh "Los códigos secretos" (Círculo de Lectores, 2000). Se describen allí los esfuerzos de una nueva nación por sobrevivir a sus poderosos vecinos, y cómo la energía de la desesperación llevó a los criptoanalistas polacos a intentar una proeza que sus colegas franceses y británicos daban por imposible. No lo reproduciré aquí, pero animo a los lectores "enigmáticos" a que amplíen sus conocimientos sobre el tema. Les recomiendo, para empezar, los siguientes bocados (en inglés, sorry):
"The Enigma - a polish view" (Jan Bury) http://webhome.idect.com/~jproc/crypto/enigs1.html
"Enigma - The key to the secrets of the Third Reich 1933-45 (Wladyslaw Kozaczuk): http://www.spybooks.pl/ (busque "Wladyslaw Kozaczuk" en la sección "library")
(Si algún enigmático conoce páginas web en español, corra a enviarme un email)
Durante casi una década el Biuro Szifrow penetró profundamente en las comunicaciones alemanas más secretas. Cada nuevo método de protección por parte alemana era contrarrestado brillantemente por Marian Rejewski y sus colaboradores (Jerzy Rozycki y Henryk Zygalski). En 1934, Hermann Goering visitó Varsovia , ignorante de que sus mensajes estaban siendo sistemáticamente descifrados. Relata Singh: "mientras él y otros dignatarios alemanes depositaban una corona de flores en la tumba del Soldado Desconocido al lado de las oficinas de la Biuro Szyfrów (Oficina polaca de Cifrado), Rejewski podía verlos desde su ventana, satisfecho de saber que podía leer sus comunicaciones más secretas."
Un estudio de los métodos criptoanalíticos desarrollados en Varsovia sería largo y prolijo, y probablemente no llegue a escribirse nunca. Lo que es una lástima, porque constituyen un episodio único en la historia del criptoanálisis. Pero finalmente los valerosos matemáticos polacos hubieron de darse por vencidos. En diciembre de 1938 los alemanes aumentaron el número de rotores disponibles para sus Enigmas, lo que obligó a la inteligencia polaca a decuplicar sus esfuerzos en términos de máquinas y recursos económicos. Incapaces de hacerlo, y con la amenaza de la invasión en el horizonte, el Biuro Szifrow, en un acto de generosidad pocas veces visto en la criptología militar, compartió sus secretos con sus aliados ingleses y franceses.
La reacción de ambos países fue muy diferente. Los criptoanalistas de ambas naciones se quedaron estupefactos cuando, en julio de 1939, recibieron copias de las "bombas" (dispositivos mecanizados para probar múltiples combinaciones de claves) junto con toda la documentación técnica esencial y la sorpresa de que, durante años, las comunicaciones alemanas eran accesibles. Evidentemente, tanto ingleses como franceses recibieron el inesperado regalo con gusto, especialmente estos últimos, ya que fueron documentos del servicio secreto francés entregados a Polonia los que permitieron a esta última dar los primeros pasos para vencer a la Enigma.
Pero los ingleses son muy suyos. En Febrero de 1939, Alastair Denniston (jefe del GC&CS, la agencia criptoanalítica británica) y Dillwin Knox (uno de los mejores criptoanalistas ingleses) se reunieron en París con sus homónimos polaco y francés. En dicha reunión los polacos no soltaron prenda. Hace poco se desclasificó un memorando escrito en 1944 por un tal teniente coronel Taylor, al que cedo la palabra [con mis aclaraciones entre corchetes]:
"...la impresión de Denniston es que la continuidad de los polacos [en el desciframiento de mensajes Enigma] abarcaba desde comienzos de los años veinte. Tenían bombas [dispositivos criptoanalíticos]. Knox estaba indignado porque los polacos habían sido reticentes en Febrero [de 1939]; sin darse cuenta de que los polacos sabían inglés, hizo comentarios despreciativos mientras viajaban en un taxi con Denniston y uno de los polacos, para vergüenza de Denniston."
Resulta también curioso el uso de los talentos polacos por parte de ingleses y franceses. Cuando Polonia fue invadida, el trío Rejewski, Rozycki y Zygalski consiguieron llegar hasta Francia, tras una accidentada huida. Allí se unieron al servicio criptográfico francés y continuaron su trabajo contra las Enigmas alemanas. Tras la invasión de Francia huyeron al sur del país y pasaron dos años alternando su trabajo entre Argelia (puesto de Kouba) y Francia (estación Cadix). En una de esas alternancias cayó uno de los polacos del trío inicial: Jerzy Rozycki falleció en Enero de 1942 cuando el buque en que viajaba se hundió cerca de las Islas Baleares.
Finalmente, las cosas se pusieron feas. Alemania invadió la Francia no ocupada a finales de 1942, forzando al grupo Cadix a una huída más. La mayoría escogió nuestro país como ruta de huida, siendo en ocasiones capturados. El propio Rejewski pasó seis meses en un campo de prisioneros español. Tengo en mi poder una copia de la ficha que le hicieron tras su liberación. Tenía orden de presentarse en la comisaría centro de la Dirección General de Seguridad cada jueves, contando desde su fecha de emisión, el 14 de Junio de 1943. Como curiosidad, su domicilio en Madrid era la pensión Mínguez, calle Esparteros 6, su estado civil era casado y como profesión constaba "funcionario."
Pero el milagro se produjo, y pasando por Portugal y Gibraltar nuestro equipo de valerosos polacos llega a Inglaterra, donde se pusieron al servicio de su graciosa majestad. ¿Y qué hicieron los chicos de Denniston? No les prepararon la alfombra roja, precisamente. Los hombres que en el continente sabían más que nadie de la Enigma -a excepción de los alemanes, claro- fueron marginados y tratados como espías. Pasaron el resto de la guerra descifrando códigos de bajo nivel, mientras los mensajes Enigma reclamaban a gritos a todos los hombres capaces disponibles.
Esta displicencia ha sido justificada por motivos de seguridad. Afirmaban que su huída de Europa era "sospechosa" (como si el haber trabajado durante los peores años de la guerra mano a mano con los franceses no fuese garantía suficiente). Probablemente el desconocimiento de su propia existencia (solamente unos pocos en Inglaterra estaban al tanto de los éxitos polacos) pueda explicarlo parcialmente, pero tampoco hay que descartar el egocentrismo británico. Recuerden la operación "Polo Norte" (ver boletín Enigma 3), donde los ingleses se fiaban tan poco de la resistencia holandesa que ni siquiera en los peores momentos de la operación Market-Garden (la invasión de Holanda, casualmente por tropas inglesas bajo el mando de Montgomery) quisieron aceptar su ayuda. Mejor el camino propio al infierno que el ajeno al cielo, dijo Isaac Asimov en una de sus novelas.
Lo que no resulta de recibo es que, al relatar muchos años después los éxitos aliados en la ruptura de Enigma, la contribución polaca siguiese siendo ignorada. En 1974, el libro "The Ultra Secret", the Winterbotham, ni menciona el asunto. Incluso un historiador de la talla de Harry Hinsley se las apaña para minimizar el asunto. Aunque su "British Intelligence in the Second World War" admite la conexión polaca, lo hace como a regañadientes, y probablemente no lo hubiese mencionado de no haber sido publicado ya en un libro francés.
Todo un contraste con la reacción francesa. Durante la guerra, dispusieron de los criptoanalistas polacos como si fuesen propios, encargándoles tareas complejas y trabajando con ellos codo con codo. Gustave Bernard, el jefe del gabinete criptográfico frances, era el primero en reconocer la valía de la contribución polaca. En un libro, Bernard no se recataba en afirmar: "a ellos [los criptógrafos polacos] y solamente a ellos pertenece todo el mérito y toda la gloria por haber llevado a cabo con éxito esta increíble hazaña técnica, gracias a su conocimiento y perseverancia, sin igual en ningún país del mundo. Vencieron dificultades que los alemanes habían supuesto insolubles". Y esto lo dice el máximo responsable del criptoanálisis francés, a quien según se ve no se le caen los anillos a la hora de quitarse el sombrero.
Ni Marian Rejewski ni Henryk Zygalski recibieron honeres, recompensas o reconicimiento durante su vida. Rejewski volvió a Polonia en 1946, donde durante muchos años trabajó en diversas empresas industriales; al morir, en 1980, las autoridades lo enterraron con todos los honores militares. Zigalski se quedó en Inglaterra, donde acabó como profesor en la Universidad de Surrey; murió en 1978.
Pero la historia da muchas vueltas, y tiene formas caprichosas de poner las cosas en su sitio. Simon Singh, en su libro mencionado antes, relata cómo unos matemáticos ingleses inventaron la criptografía de clave pública antes que los norteamericanos. Por desgracia para ellos, al trabajar para el GCHQ (la agencia criptoanalítica inglesa) no pudieron patentar su descubrimiento. Unos años después, unos desconocidos llamados Rivest, Shamir y Adleman descubrieron lo que hoy conocemos como algoritmo RSA; la empresa que fundaron se vendió en 1996 por 200 millones de dólares, y hoy es una de las más importantes en el campo de la seguridad informática.
Seguro que a Rejewski le hubiera hecho mucha gracia. O tal vez no. El y su banda de alegres polacos hicieron lo que debían, como modernos Robin Hoods para los que la satisfacción del deber cumplido era su mejor recompensa. Si en algún momento pensaron en la gloria, apuesto a que pensaban que les llegaría algún día, pero no antes de su muerte. Ahora los autores modernos ponen sus descubrimientos en el lugar que les corresponde, y la contribución de los polacos en la guerra criptográfica es finalmente reconocida como se merece.